domingo, 2 de enero de 2011

Oda a Eva


Eva es de esas personas sensacionales que la vida decide regalarte. De esos regalos con Bonus, porque cada vez que estás con ella te sorprende. Una nueva sorpresa, un nuevo regalo.
Conociendo a Eva he podido conocer más de su cultura Pehuenche. Digo esto con bastante patudez. Si es que no conoces nada de una cultura, cada cosa que se aprende es más. Digo esto con bastante vergüenza.
Crecí en Temuco, y aun así, poco y nada conozco de la cultura indígena de mi país. He salido a conocer culturas del mundo sabiendo poco de la mía. Algo que pretendo cambiar en esta visita por Chile.
Proponerse metas y luchar para alcanzarlas, es algo que tenemos en común con Eva. Pero de esta torta yo, muy lady, no me como más que una porción (algo poco habitual en mí). La golosa es Eva, ella se come el resto de la torta con sabor a lograr sus propósitos y con una cereza de triunfo. Claro que al cocinero se le cayó un chorrito de salsa amarga y una que otra pizca de frustración, que hay que tragárselas dejando siempre para el final el mordisco más dulce, el que te deja con la sonrisa de un paladar satisfecho y de saber que lo amargo nada te impidió.
Y sus propósitos son bellos. Son lindos.
Cuando has crecido con tradiciones maravillosas como las Pehuenches, no te queda otra que estar orgulloso de serlo. Eva va más allá. Su sueño, su peuman, es que el mundo conozca esta cultura. Y cuando digo el mundo, lo digo literalmente, que Europa y Latinoamérica son testigos de la genialidad de esta mujer y del encanto de su cultura. Testigos de una inspiración que se vuelve tangible.
Y es así como con Eva he ido aprendiendo, conociendo, disfrutando.
Mi favorito: es que con Eva hemos ido soñando, y cuando nos juntamos nos volvemos Wei Wei Lonco, locas de la cabeza. Nos llenamos de sueños y de ideas para bajarlos del cosmos a la tierra. A la tierra Pehuenche. A esas montañas en las que da gustito perderse.
Pero ésta no es Eva. A Eva hay que conocerla. Dejar que te hable y presenciar la pasión furiosa que es Eva. Y que como toda mujer, siempre tiene terrones de dulzura que se derriten en el fuego que la enciende. A Eva hay que conocerla. A su cultura tenemos que conocerla.

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