viernes, 21 de enero de 2011

AYAYAY!

En Sangkhlaburi, en Tailandia, vivía con mis niños. En Whispering Seed, la ong que empezó un gringo loco llamado Jim, pequeñita pero con sueños grandes; vivíamos todos juntos. Mis niños, birmanos todos, hijos de padres y madres que arrancaron de Birmania y que en Tailandia se enfrentaron a quedarse sin sus padres por diferentes razones que no quiero contar.



Más que una ong, éramos una familia. Vivíamos todos juntos y teníamos nuestra propia idiosincrasia y nuestras propias costumbres. 

Esto incluye el tener nuestros propias formas de hablar, palabras y expresiones que de una u otra forma nos identifican. Hay una palabra en particular, una que no creo aparezca en el diccionario de la RAE. Esa palabra que decíamos cuando alguien dice algo incoherente, cuando las cosas no van saliendo muy bien, cuando ponemos la paciencia a prueba o sencillamente, cuando estamos hartos, la rítmica palabra: AYAYAY! 
Un poco a propósito y simplemente porque se me pegó, hoy, a miles de miles de kilómetros de mis niños, el Ayayay no me ha abandonado.Y me encanta recordarlos con cada Ayayay que esta vida me provoca.
Ayayay!!


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