sábado, 8 de noviembre de 2014

Todo es posible en Nepal.

Creo que nunca logré hacer “click” con Nepal. No tengo claro el por qué. ¿Falló la química? No puedo decir que el ruido, el caos, el tráfico, el estrés de cruzar la calle, de caminar por las calles sin veredas, la conducción al límite de los chóferes de bus, o la basura o los olores, me hayan jugado en contra. Esos detalles ya están interiorizados e incorporados en el sistema, pasaron a ser tan molestos como una mosca volando, no más que eso. Sencillamente, Nepal y yo no fluimos del todo.

Tal vez me faltó acercarme más a la montaña. Pero entre que había tormenta de nieve en Annapurna y no había pasajes para la región del Everest, no quedó otra que postergar los planes de montaña. Lo más cerca fue llegar a Nagarkot, desde donde tuve uno de los amaneceres más maravillosos por sobre las nubes y con el sol saliendo por detrás del Everest. Pero mi experiencia en Nagarkot quedó obnubilada con la separación forzada de mi cámara fotográfica.




Katmandú es una ciudad fascinante. Con cada uno de sus templos a la vuelta de la esquina y sus tantos rincones en los que el tiempo sencillamente se detuvo. Nuestros amigos del sucucho-restaurant fueron los mejores anfitriones con el más recomendable “dut chia” (té con leche) y con el premio a la innovación por sus “chicken naan”. La comida más rica que comí en todo Nepal. Y me enseñaron a cocinar en el horno tandori, así que vuelvo con toda la motivación de construirme un tandori en mi casa para hacer naan con la Antonia.

Mujer cerneando arroz.

Nepalíes y extranjeros jugando fútbol en medio de los templos de Baktapur.
En realidad a la vuelta de la esquina se encuentra de todo.

Ya que no pude subir a la montaña, bajé a la jungla. Todo es posible en Nepal. Tomé varios safaris, el más normal fue uno en canoa, de esas preciosas de tronco de árbol. El safari en elefante ya era medio raro, pero simpático. Cuando venía el safari caminando y mi guía me lo dice con un palo estilo colihue en la mano, intentando demostrarme que el resguardo está contemplado; no me lo creí. De seguro era un paseo en el bosque donde no había más que con suerte, un venado, pensé. Pero luego aparecen las huellas fresquitas de leopardo en el barro al lado de las lagunas y después de haber visto tanto cocodrilo grandote en el río, tanta laguna me empezó a parecer sospechosa. Pero no, los cocodrilos no salen a atacar, esperan en el agua así que sigamos caminando.

Lo pasé bien en Nepal. Con la Tina y la Maheva nos reímos montones y todos fueron increíblemente amables y simpáticos con nosotras. Y tuvimos la mejor de las despedidas. Cuando la Mae llegó, día 3 del viaje, tuvo el antojo de un Margarita Frozen, que luego buscamos incansablemente (conscientes de lo insano e ilógico de nuestro cometido). El último día no solo encontramos el Margarita Frozen, sino que encontramos un Pitcher de Margaritas Frozen! Y a los mejores músicos nepalíes en vivo. El cierre perfecto.

Se hace lo que se puede sin mi súper camarita...



Fue simpático estar en Nepal. Quiero volver. Una segunda oportunidad para recorrer los Himalayas. ¿Mi razón a pesar de la falta de conexión? La sorpresa final que Nepal me tenía guardada. Ya arriba del avión, el rumbo a Kolkata era prácticamente un recorrido aéreo por sobre las nubes desde donde sobresalían majestuosamente los Himalayas. Hermoso. Emocionante. No sé cómo describirlo. Cuando el piloto anuncia que esos dos montes particularmente altos son el K2 y el Everest, y yo los tenía a la vista, ahí mismo, cerca, muy cerca; entonces me prometí volver.

 Y eso que la foto es del avión y con cámara normalita. 


Y claro, volver implicará encontrarse con una de estas tantas cosas entrañables que se descubren en los viajes:

  •    Pedir un cuchillo y que vuelvan con un machete y una cuchara.
  •  “I want a cheese sandwich and a glass, please”, “No madam, sándwich is grilled is not glass”.
  • “Toilet time!” Grito del “auxiliar” del bus en una parada en medio de la nada.
  • Las chalas estilo condorito en las entradas de los baños de los hoteles. “Prestadas”.
  • El baño diseñado para pitufos de Baktapur.
  • Ver al vecino de mesa pedir una lasaña. Ver que le llega una sopa. Escuchar al vecino decirlo al mesero “no sería mala idea hornear la lasaña”.
Y los geniales columpios de bambú:







1 comentario:

  1. Anto: es súper bonito, me encantó es como si me hubiera quedado en la punta de una rama fingiendo estar en el Everest porque era taaaan alto que ni siquiera pudiera construirlo.....
    No sé que coherencia tiene esto!!!! pero así es la Anto! jajaa habla puras incoherencias!!

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