Cuatro años atrás estaba sentada
en la tienda de Sudder Street N°7, empezando a conocer a Sanjay, Akash y Salim.
Sanjay me pasa una kurta roja y yo le pregunto si la tiene en azul. “Of course. We have many, many colours”. Con
esa familiaridad a la que ya me estaba acostumbrando, y luego me pasa una kurta
verde. “Sanjay, ésta es verde, no es azul”.
“Yes! Same, same but different”.
Así es Kolkata. Same, same, but different. And always in many, many colours.
Cuatro años vuelvo al mismo
callejón de Sudder Street N°7. La tienda está recomendadísima en Trip Advisor y ya no sólo es una tienda, ahora son dos y Salim ya no tiene cara de niño. Ahora
tiene bigote, anda en moto y me muestra fotos de sus paseos a Goa con “sus
amigas”. Pero los many, many colours
siguen ahí. Todo sigue same, same, but
different.
Paddy me lleva a un Festival de Música Latina en
Kolkata. Es el pianista y fundador de la banda de Jazz “Latin Asia”. Mientras
espero el concierto en primera fila con el pase VIP que me consiguió, escucho a
las chicas de alrededor decir “the piano
player is supossed to be really good”. Y yo pienso “¡claro que es really good! Y es mi amigo, ejem, ejem”. Termina su
presentación y nos tomamos algo con el resto de la banda. Cuatro años atrás era
lo mismo, pero con el lote de los que trabajábamos en IIMC. Vamos a cenar al
Peter Cat. Los Kebabs siguen siendo los mejores del mundo. Nos encontramos con
amigos y todo sigue, same, same but
different.
Me encuentro con Jacquie. La
conocí cuando trabajábamos para las hermanas de la Madre Teresa. Una cerveza en
el Fairland, un café en el Spanish Café, un mojito en el Blue and Beyond… All same,
same, but different.
Llegué a Kolkata de noche a un
aeropuerto completamente renovado, pero el viaje en taxi a Sudder Street fue el
mismo.
Yo no soy la misma. Creo.
Llego a la pieza en la que viví un tiempo
cuando llegué por primera vez. Al día siguiente me cambié. Nada mucho más
lujoso, pero me costó creer que fui capaz de vivir ahí. Me engaño sola y me
digo que son cosas de edad, no es de pituca. Sigo igual de hippie, pero mientras tenga baño
privado. Ignoro cualquier sentimiento de decepción conmigo misma y me sigo
engañando.
En Kolkata soy feliz. Sigo siendo sencillamente feliz sólo de estar acá. Me paso los días haciendo nada en la
tienda de los many, many colours, o
de los beaucoup, beaucoup colours si
los que pasan de turno son franceses. Y estando sin hacer nada, todo pasa.
Conozco a gente de todo el mundo, conozco historias increíbles de todo tipo y hasta
el grupo cristiano de California me cayó bien.
En esta ciudad fluyo. Fluyo con
la arquitectura de la que alguna vez fue la capital del imperio británico, con
sus olores, con sus pilas de basura y con sus taxis amarillos sacados de una
película de los ‘60.
Mor, una israelita que también
pasa a menudo por la tienda, revisa las fotos de su cámara. “Éstas fotos son exactamente iguales a las que
tomaron mis papás 20 años atrás. Sólo que la gente de mis fotos camina con
celulares”.
Y yo acá, aunque más pituca, sigo
same, same, but different. Porque sigo
siendo inmensamente feliz estando en Kolkata. Sin necesidad de hacer nada.
Si tuviera que definir Kolkata, a
pesar de sus many, many colours, la
definiría como una foto en Blanco y Negro. Ésas que uno ve con nostalgia, ésas
que te hacen desear que el tiempo no pase para poder volver al lugar que quedó
retratado en una foto de antaño. Volver a Kolkata es volver a la misma foto. Con el sentimiento de nostalgia que
inspira una foto en Blanco y Negro incorporado en cada sentido. Kolkata es un
magneto. Amo esta ciudad. La amo.
Cuatro años atrás, en la tienda. |
En la otra tienda. |
Con Paddy (the famous jazz piano player). |
Salim con bigote. |
Que maravilloso todo lo que escribes, te siento mas nostálgica pero sigues siendo la misma dulce y hermosa hija mía.
ResponderEliminarTe amo