viernes, 14 de noviembre de 2014

Kolkata: Same, same, but different in many, many colours.

Cuatro años atrás estaba sentada en la tienda de Sudder Street N°7, empezando a conocer a Sanjay, Akash y Salim. Sanjay me pasa una kurta roja y yo le pregunto si la tiene en azul. “Of course. We have many, many colours”. Con esa familiaridad a la que ya me estaba acostumbrando, y luego me pasa una kurta verde. “Sanjay, ésta es verde, no es azul”. “Yes! Same, same but different”.

Así es Kolkata. Same, same, but different. And always in many, many colours.

Cuatro años vuelvo al mismo callejón de Sudder Street N°7. La tienda está recomendadísima en Trip Advisor y ya no sólo es una tienda, ahora son dos y Salim ya no tiene cara de niño. Ahora tiene bigote, anda en moto y me muestra fotos de sus paseos a Goa con “sus amigas”. Pero los many, many colours siguen ahí. Todo sigue same, same, but different.

Paddy  me lleva a un Festival de Música Latina en Kolkata. Es el pianista y fundador de la banda de Jazz “Latin Asia”. Mientras espero el concierto en primera fila con el pase VIP que me consiguió, escucho a las chicas de alrededor decir “the piano player is supossed to be really good”. Y yo pienso “¡claro que es really good! Y es mi amigo, ejem, ejem”. Termina su presentación y nos tomamos algo con el resto de la banda. Cuatro años atrás era lo mismo, pero con el lote de los que trabajábamos en IIMC. Vamos a cenar al Peter Cat. Los Kebabs siguen siendo los mejores del mundo. Nos encontramos con amigos y todo sigue, same, same but different.

Me encuentro con Jacquie. La conocí cuando trabajábamos para las hermanas de la Madre Teresa. Una cerveza en el Fairland, un café en el Spanish Café, un mojito en el Blue and Beyond…  All same, same, but different.

Llegué a Kolkata de noche a un aeropuerto completamente renovado, pero el viaje en taxi a Sudder Street fue el mismo. 

Yo no soy la misma. Creo. 

Llego a la pieza en la que viví un tiempo cuando llegué por primera vez. Al día siguiente me cambié. Nada mucho más lujoso, pero me costó creer que fui capaz de vivir ahí. Me engaño sola y me digo que son cosas de edad, no es de pituca. Sigo igual de hippie, pero mientras tenga baño privado. Ignoro cualquier sentimiento de decepción conmigo misma y me sigo engañando. 

En Kolkata soy feliz. Sigo siendo sencillamente feliz sólo de estar acá. Me paso los días haciendo nada en la tienda de los many, many colours, o de los beaucoup, beaucoup colours si los que pasan de turno son franceses. Y estando sin hacer nada, todo pasa. Conozco a gente de todo el mundo, conozco historias increíbles de todo tipo y hasta el grupo cristiano de California me cayó bien.

En esta ciudad fluyo. Fluyo con la arquitectura de la que alguna vez fue la capital del imperio británico, con sus olores, con sus pilas de basura y con sus taxis amarillos sacados de una película de los ‘60.

Mor, una israelita que también pasa a menudo por la tienda, revisa las fotos de su cámara. “Éstas fotos son exactamente iguales a las que tomaron mis papás 20 años atrás. Sólo que la gente de mis fotos camina con celulares”.

Y yo acá, aunque más pituca, sigo same, same, but different. Porque sigo siendo inmensamente feliz estando en Kolkata. Sin necesidad de hacer nada.


Si tuviera que definir Kolkata, a pesar de sus many, many colours, la definiría como una foto en Blanco y Negro. Ésas que uno ve con nostalgia, ésas que te hacen desear que el tiempo no pase para poder volver al lugar que quedó retratado en una foto de antaño. Volver a Kolkata es volver a la  misma foto. Con el sentimiento de nostalgia que inspira una foto en Blanco y Negro incorporado en cada sentido. Kolkata es un magneto. Amo esta ciudad. La amo.  

Cuatro años atrás, en la tienda.

En la otra tienda.

Con Paddy (the famous jazz piano player).

Salim con bigote.

1 comentario:

  1. Que maravilloso todo lo que escribes, te siento mas nostálgica pero sigues siendo la misma dulce y hermosa hija mía.
    Te amo

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