India se respira. Nada más salir del aeropuerto, pelear con
el maletero y enloquecer con el tráfico, y ya se respira distinto. Estoy en
India.
Pero para comenzar India, es necesario antes hacer referencia
a la escala de costumbre: Madrid. Madrid me encanta. Ritmo de vida, arquitectura, gente,
barrios, comida, todo. Me encanta.
Cada esquina tiene su historia. Hasta el McDonalds de
Carabanchel. “¿A que no sabes qué ocurrió acá?”, “¡¿En el McDonalds?!”, “Sí”,
“¿Pues qué?”, “Un día un grupo de mineros del norte intercambió acá un
montón de dinamita por un montón de hachís. Días después ocurre el 11M”. Y con
historias en cada esquina y en cada cuadra, nos tomamos un tinto de verano con
la luna llena saliendo del Puente de Toledo mientras pienso que Quevedo se
equivoca, y que Madrid no tiene mucho puente para tan poco río.
Con la ligereza de ya haber recorrido Madrid, puedo
disfrutar más de la ciudad. Pasear por El Retiro y simplemente estar en El
Retiro. No escudriñar el menú, porque sé que lo que quiero son
croquetas(*). Fotografiar las Puertas de Alcalá, sólo porque de
casualidad pasé por ahí. Y descubrir esos bares de Carabanchel a los que
nunca hubiese entrado de no ser porque una vez más, el Nacho se dio la lata de
pasear a esta sudaca mientras le cuenta historias de Madrid (supongo que ésta
es la parte en la que se hacen públicas las gracias al Señor Castellano amante de su Reinado de España, República jamás).
Con una pasada por el día en Pamplona para cambiar de ritmo,
pasar a la lengua vasca y disfrutar de unos pintxos muy guay, termino mi escala
imprescindible en Madrid.
(*)Croquetas: tubos de
salsa blanca /bechamel más espesa de lo normal, con jamón, morcilla u otro, apanados y dando como resultado una delicia peligrosamente adictiva.
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