Llegué a Jaisalmer hartada. Decidida a que éste sería el
último viaje. Que los años ya no me acompañan para intentos de exploraciones hippies y que
si hay próxima que será con agencia. Cuatro horas y media de Madrid a Londres.
Otras cinco de espera en el aeropuerto. La noche durmiendo en el avión rumbo a
Delhi. Llegar en la mañana y esperar en el calor pegajoso de Delhi hasta las
17:30 para tomar un tren que en 21 horas me dejaría en pleno desierto. Llego al
hostal, todo bien. Paseo por la ciudad. Bella. Exótica. Pero no lo suficiente
para querer volver a viajar. Luego dormí. Desperté. Descubrí el fuerte de
Jaisalmer.
Pareciera que en India todas las ciudades, de esas que
visitamos los turistas, tienen el mismo comienzo. Érase una vez un reino. El
Maharaja vivía en un palacio. Mandó a construir un fuerte y mandó a construir
ése y aquél para sus hijos, su esposa, su amante o quien fuera.
Maharajas que dejaron sus caprichos plasmados en la
arquitectura que aún permanece. Pasamos
millones de años evolucionando en hacer herramientas básicas más funcionales, y de repente en sólo miles la
evolución no sólo llevó a grandes construcciones, sino que a la
estética. A plasmar caprichos de belleza en cada construcción que proviniera
desde la realeza y desde las religiones, y en India, desde los Maharajas. Lo
que hoy hacen las grandes empresas con hoteles o con rascacielos, donde también
las dimensiones comparativas son relevantes. Aun así, pareciera que en estos
tiempos el gusto exquisito del detalle más mínimo se quedó con Gaudí. Y son
justamente esos detalles los que te absorben de los reinos legados de los
Maharajas.
E India sólo comienza.
Jaisalmer, la ciudad de oro. Fue construida con pedazos de
piedra amarilla que sacaban del desierto. La tallaban en forma de ladrillo y
construían rematando con tallados que dejan la palabra paciencia atrás. ¿Cómo
construyen hoy en día en Jaisalmer? De la misma manera. De la misma manera.
Alejándose más en el desierto, sin tanta opulencia, desde un
pequeño palacio se observan las ruinas de una ciudad después de que el Maharaja
expulsara a sus pobladores por no dejar que se casara con la mujer que él
quería (cosas de amores, cosas de castas).
Y en Jodhpur, el fuerte sobre la montaña esconde los
deleites del Maharaja. El lugar era tan lindo realmente conmueve.
Además de un templo que mandó a construir para la reina, nada muy grande, pero eso sí, entero de mármol.
Incluso el último Maharaja, antes de la independencia en los ’40, mandó a construir su palacio con arquitectos ingleses. Un palacio más moderno que aun así no deja atrás el detalle.
Además de un templo que mandó a construir para la reina, nada muy grande, pero eso sí, entero de mármol.
Incluso el último Maharaja, antes de la independencia en los ’40, mandó a construir su palacio con arquitectos ingleses. Un palacio más moderno que aun así no deja atrás el detalle.
Y ahora, ¿si acaso quiero seguir viajando?
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