martes, 7 de diciembre de 2010

Mis microempresarias.

Les digo mías, porque las siento mías. La mayoría son mayores que yo, pero es a mí a la que le surge ese instinto maternal cuando estoy con ellas (aunque es cierto que al final del curso siento que hasta las más pequeñas del grupo son mis madres adoptivas).


Qué conexión más exquisita la que se forma con ese grupo de mujeres entregadas a sus sueños. Cuando descansan sus sueños en ese poco que les estás dando, ese poco que es un mucho sin dimensiones. Cuando tú te entregas por completo a su entrega, cuando la incertidumbre de las primeras reuniones se va transformando en esperanza. Cuando esa esperanza es cada vez más sólida. Cuando se van enterando de que pueden, que no tienen límites. Cuando todo esto ocurre, y siempre ocurre, entonces se forma esa conexión exquisita de la que hablo.


Te cansas, te agotas, te dan ganas de que se termine la hora. Pero siempre quieres dar más.
Cómo llegué a ser la persona que se para al frente creyendo saber lo que ellas necesitan. No lo sé. Pero llegué. Llegué y aquí me quedo. Por ellas. Por cada una de ellas.


Que no quiero descalificar. Hablo de ellas, cuando he tenido muchos ellos. Y ellos en genialidad andan a la par. Pero acá, sólo porque así me ha tocado, han sido más ellas. Así que esta vez, que los ellos se sientan incluídos cuando hablo de ellas. 
Ellas a quienes adoro. A quienes amo. Quienes son las que me dan vida. Que me dan vida porque me muestran lo que realmente es la vida. 


Las quiero, las amo y las adoro...bueno, no siempre. Hay momentos en que tanto amor se me olvida un poco. Se me olvida bastante. Y ese momento es cuando me toca enseñarles alfabetización digital. Que nadie me venga con lecciones de paciencia sin haber dado una clase de alfabetización digital a microempresarias! Siento ganas de salir arrancando, ya ni siquiera quiero esperar a que termine la hora de clases, quiero arrancar "ya mismo".
Y luego viene el mail. Viene enseñar a usar el mail. Y qué hacen ellas? Te mandan el primer mail a ti. Y cuando termina la hora que se te hizo eterna, llegas a tu casa, te conectas, y encuentras en tu bandeja de entrada toneladas de mails.... luego no hayas la hora de volver a encerrarte en esa sala de computación que te hace querer arrancarte los pelos. Porque lo que te han dicho en el mail, lo que han dicho en esas dos líneas que les llevó media hora escribir, hace que recuerdes otra vez cuanto las adoras.


Cómo llegue a ellas. Cómo llegué a esto. De alguna forma lo buscaba. De varias formas. Y llegué. Y aquí me quedo.

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