martes, 28 de diciembre de 2010

Trabajando con las Misioneras

La pobreza en India no te da respiro. Está presente en todas partes, es parte del paisaje.  No existe lugar de Kolkata, ni los barrios comerciales ni los barrios “cuicos”, en el que no esté. En las noches es peor. En las noches entiendes lo que es la nada. En las noches las calles se llenan de familias completas que viven ahí con absolutamente nada y en la nada. Durante el día las ves pasar. Pero en la noche te das cuenta que no pasan. Que están en su hogar. Cuando caminas por la calle estás entrando y saliendo del hogar de miles de familias. Para estas familias, mudarse a los Slums que muestran en las películas, es un lujo. Irse a un Slum quiere decir “que les ha empezado a ir mejor en la vida”.
Leer a Madre Teresa hablar de la pobreza de India, y de su necesidad de quedarse en Kolkata es una cosa. Estar en Kolkata y sentir esa necesidad es otra.
La congregación que fundó Madre Teresa, Mother, son las Misioneras de la Caridad. Sencillamente el nombre perfecto para estas hermanas.
Cómo partió mi aventura con las hermanas. Desde mi hogar, desde Sudder Street, que merece un capítulo aparte, partí una tarde para inscribirme a Mother House.  Después de perderme y de tener mis primeras experiencias preguntando direcciones a los indios en la calle, logré llegar.  Llegué antes (¡!!). Y me dijeron que esperara. Entré en una sala muy sencilla. Con unas bancas y un cubo de mármol al medio.  Me senté a esperar y por primera vez después de mucho tiempo experimenté paz. Mucha paz. La energía de esa sala era palpable. Al día siguiente me enteré que ese cubo de mármol es la tumba de Madre Teresa de Kolkata.
Sister Margareth me pidió que la siguiera, con esa sonrisa tan especial que luego vi todos los días, porque la sonrisa de esa mujer venía dibujada en su cara, no dejaba JAMÁS de sonreir. 
El lugar en el que se inscriben los voluntarios quedaba en otra parte, pero ella iba para allá. Siguiéndola noté que caminar por las calles de India es un arte que hay que practicar. Me costó seguirle el paso, tratando de esquivar los puesto de chai, de no chocar con los mendigos, de los niños que se te cuelgan pidiendo algo, de esquivar los rickshaws, las motos y las vacas al cruzar la calle.  Una aventura digna de Julio Verne en diez minutos.  Llegué a inscribirme. La sala estaba llena de voluntarios. Antonio, un español, fue el encargado de explicarme como funcionaba la cosa. Las hermanas trabajan en casas, cada una atiende a distintas necesidades de la gente. Hay una casa para niños con discapacidades y enfermedades mentales. Casa para enfermos terminales, para niños con enfermedades, para huérfanos, mujeres con enfermedades mentales. Desafortunadamente la lista era grande. Conociendo los lugares, llené mi ficha con mis datos y esperé a entrevistarme con Sister Mercy Mary. Una tejana que hablaba español y que sospecho no hubiese nunca votado por Bush. Le dije que me pusiera en la casa que recomendara ella. Me preguntó que tal me iba trabajando con niños, y acordamos que iría a Shanti Dan en la mañana y a Shishu Bhavan en la tarde.
Shanti Dan tiene dos casas. Una en la que atienden a mujeres con enfermedades mentales, y otra en la que atienden a niños que no son huérfanos, pero que no pueden quedarse con sus padres por diversas razones. Muchos de los niños tenían a sus madres con enfermedades mentales, o tenían enfermedades que necesitaban atenderse o tratarse en el caso del sida, o sus padres los maltrataban, o niños que si se quedaban en sus casas se morían de hambre.
A Shishu Bhavan sólo fui una tarde, la cantidad de voluntarios era demasiada, y después de conversarlo con Sister Mercy Mery, terminé cambiándome a Kali Gat, donde llegaban hombres y mujeres con enfermedades para recibir tratamiento, o hombres y mujeres con enfermedades terminales para recibir una muerte digna.

Mis mañanas partían caminado del hostal de turno en Sudder Street (en un mes me cambié seis veces), caminando por el barrio musulman para llegar a las siete de la mañana a Mother House. Y un par de veces para llegar a las seis de la mañana e ir a misa. A las siete empezaba el desayuno: chai, pan blanco y una banana. Mientras la conversación con el resto de los voluntarios: What`s your name? Where are you from? How long will you be staying here? Con toda clase de acentos. Luego te juntabas con el grupo que iba a tu misma casa. Tomábamos la micro, indian style of course. Llegábamos a Topsia y caminábamos hasta llegar a Shanti Dan. En Shanti Dan me ponía a disposición de la Sister con quien nunca me llevé bien, excepto el día que volví en Agosto y que para mi sorpresa se alegró de verme. Lavaba pañales con Massi Beby, jugaba con los niños, cantábamos (chuchua un hit siempre!!). Entremdio un recreo con chai y biscuits que nos tuvieron en apuros cuando Amanda nos dijo que cada biscuit tenía 300 calorías. Escuchar esto cuando íbamos por el tercer biscuit dio miedo. Tal cual, le pedimos la caja a la sister para revisar las calorías. Fue un alivio descubrir que cada biscuit solo tenía 47.5 calorías (hay cosas de niñas que ni en India se te quitan).

Al terminar tomábamos micro de vuelta (agh!). Llegábamos a Sudder Street. Almorzar en el Tirupati con los hermanos sordos. Luego dormir la siesta en la tienda de Sanjay y Akash y partir a tomar el metro para Kali Ghat.

Lo que hacíamos en Kali Ghat prefiero dejarlo para otro capítulo. Igual que hablar de mis niños de Shanti Dan. De mi Deepa. De esos ojitos que me robaron el alma.

En la tarde volver al hostal. Ducharse (extremadamente necesario con ese calor). Y ver que plan se pintaba para la noche. El más recurrente, la cervecita en el verde o en tejado de algún hostal (uy! qué nostalgia!!).

Luego volver a la pieza, pisar las cucarachas y otro tipo de bichos para que no te trepen. Chequear que no hayan ratones, dar gracias porque a la pieza no entran los cuervos y a dormir. 
Namaste! 

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Que pueda ser como Ulyses y disfrutar del mejor viaje por siempre.

Éste mensaje recibí de una persona maravillosa con quien compartir sueños, que conocí en Kolkata:

Dear NATALIA,
this is my wish for this Christmas and the New Year...May you be like Ulysses, and enjoy the greatest journey of ever !!!
Merry Christmas, and... Epic 2011 !!!
With love,
Francesca

ITACA (C. Kavafis)

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.
No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Posidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.
Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Posidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.
Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.
Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.
Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender, y aprender de quienes saben.
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.
No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ellas, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.
Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.

jueves, 9 de diciembre de 2010

BUNO

¿Quién es Buno?
Buno era una chica Birmana. Una de las tantas que escapaban de la opresión en Birmania para trabajar en Tailandia.

Buno siempre usaba el pelo en una cola. Era delgada y su inglés era lo suficientemente bueno para tener una buena conversación con ella.
La recordé mientras leía la noticia de posibles construcciones de armas nucleares en Birmania con el apoyo de Corea del Sur. La recordé al pensar en como un país tan maravilloso ha pasado por tanta desgracia por tanto tiempo. Recordé la falta de libertad que existe en Birmania. Recordé cuando crucé la frontera ilegalmente con Saw y Lyn, él y ella, los dos birmanos con quienes compartí una casa de barro por un mes. Cuando cruzamos la frontera, Lyn tenía solo una cosa en mente: llamar a su familia. No podías recibir llamadas de fuera si eras un simple civil birmano. Punto.
Lyn habló con su madre, y su rostro cambió. No era primera vez que hacía el cruce de frontera para llamar a su madre desde Birmania y su felicidad era evidente. 
Pero volvamos a Buno.
Cuando terminamos el proyecto de "The Adventure House" a las afueras de Sangkhlaburi, me moví al pueblo. Y en el pueblo había una pastelería como proyecto de financiamiento de un orfanato local. En esta pastelería, en the bakery, trabajaba Buno, quien siempre te recibía con un intenso HELLOOO!!
Sangkhlaburi era un pueblo pequeño, respecto a comida, había cosas que no podías encontrar. Por ejemplo, en The Tea House, hacían Pizza Night una vez a la semana, porque no era posible conseguir más queso. The bakery era el único lugar que contaba con kuchen de manzana y de piña, rollos de canela, y lo más importante de todo, con torta de chocolate. La mejor torta de chocolate. Con esto, mis visitas a the bakery comenzaron a ser más que frecuentes. Y con esto, Buno pasó a ser de esas personas que son parte de tu día a día. 
En una de nuestras conversaciones mencionó lo mucho que llevaba sin saber de su familia. Y si la llamamos por Skype? La cara de Buno se transformó en intriga y esperanza. Qué rayos era Skype! Pero, será que podré hablar con mi familia?
Lo intentamos. No funcionó. No contestó nadie. Me fui. Volví al día siguiente. Lo intentamos de nuevo. Funcionó. Habló con su madre. Con su hermana. De nuevo con su madre. La conversación era en Birmano. No entendí nada. Cortó la llamada. Me dijo gracias. Comenzó a llorar.
Un llanto en silencio. Se secaba los ojos antes de que cayera la lágrima, después de todo debía seguir trabajando. Vaya gracias que me dio. Vaya emoción que cargaban esas palabras. Vaya qué poco fue para mí hacerle ese favor. Vaya que fue feliz.
Fue solo una llamada. Es posible que un gobierno pueda limitar tu vida hasta el extremo de decidir quien te puede llamar y quien no? "Si no está en Birmania, no te llaman. Punto". Como el ser humano es capaz de llegar a tales extremos. Como puedes llegar a tales niveles de egoísmo.
Buno luego quería hacerse una cuenta en Skype, pero no tenía como cargar crédito. Cuando me fui me quedé con la esperanza de que a futuros voluntarios (que sin duda se harían adictos a la torta de chocolate) les pidiera hablar desde su Skype. Lo habrá hecho? 
Cuanto le habrá durado el momento de tranquilidad de saber que los suyos están bien en un país donde las desgracias demoran menos de un minuto en tomar lugar. A cuantos Birmanos conocí que vivían con la angustia de saber que los suyos vivían en latente riesgo. Qué pocos los que como Lyn y Buno encontraron una forma de calmar sus latidos. Por un instante, pues el riesgo vuelve a empezar desde que cortas el teléfono.
(Dicen que toda buena acción tiene su recompensa. Pues yo tuve la mía. Mi adicción por la torta de chocolate no disminuyó. Y menos si es que ahora cada vez que iba a the bakery, Buno le ponía extra salsa de chocolate a mi torta, jeje).

martes, 7 de diciembre de 2010

Mis microempresarias.

Les digo mías, porque las siento mías. La mayoría son mayores que yo, pero es a mí a la que le surge ese instinto maternal cuando estoy con ellas (aunque es cierto que al final del curso siento que hasta las más pequeñas del grupo son mis madres adoptivas).


Qué conexión más exquisita la que se forma con ese grupo de mujeres entregadas a sus sueños. Cuando descansan sus sueños en ese poco que les estás dando, ese poco que es un mucho sin dimensiones. Cuando tú te entregas por completo a su entrega, cuando la incertidumbre de las primeras reuniones se va transformando en esperanza. Cuando esa esperanza es cada vez más sólida. Cuando se van enterando de que pueden, que no tienen límites. Cuando todo esto ocurre, y siempre ocurre, entonces se forma esa conexión exquisita de la que hablo.


Te cansas, te agotas, te dan ganas de que se termine la hora. Pero siempre quieres dar más.
Cómo llegué a ser la persona que se para al frente creyendo saber lo que ellas necesitan. No lo sé. Pero llegué. Llegué y aquí me quedo. Por ellas. Por cada una de ellas.


Que no quiero descalificar. Hablo de ellas, cuando he tenido muchos ellos. Y ellos en genialidad andan a la par. Pero acá, sólo porque así me ha tocado, han sido más ellas. Así que esta vez, que los ellos se sientan incluídos cuando hablo de ellas. 
Ellas a quienes adoro. A quienes amo. Quienes son las que me dan vida. Que me dan vida porque me muestran lo que realmente es la vida. 


Las quiero, las amo y las adoro...bueno, no siempre. Hay momentos en que tanto amor se me olvida un poco. Se me olvida bastante. Y ese momento es cuando me toca enseñarles alfabetización digital. Que nadie me venga con lecciones de paciencia sin haber dado una clase de alfabetización digital a microempresarias! Siento ganas de salir arrancando, ya ni siquiera quiero esperar a que termine la hora de clases, quiero arrancar "ya mismo".
Y luego viene el mail. Viene enseñar a usar el mail. Y qué hacen ellas? Te mandan el primer mail a ti. Y cuando termina la hora que se te hizo eterna, llegas a tu casa, te conectas, y encuentras en tu bandeja de entrada toneladas de mails.... luego no hayas la hora de volver a encerrarte en esa sala de computación que te hace querer arrancarte los pelos. Porque lo que te han dicho en el mail, lo que han dicho en esas dos líneas que les llevó media hora escribir, hace que recuerdes otra vez cuanto las adoras.


Cómo llegue a ellas. Cómo llegué a esto. De alguna forma lo buscaba. De varias formas. Y llegué. Y aquí me quedo.