sábado, 9 de junio de 2012

Y puedo decir que he visitado los cinco continentes


Me faltaba Oceanía. Y partí por la Isla más alejada de todas las islas de la polinesia. Por la Isla más alejada del mundo entero. Y es que acá, en Isla de Pascua, realmente se siente eso que decía Neruda, eso de que “nosotros estamos rodeados únicamente de agua”.

Dicen que en cinco días conoces la Isla y al sexto te aburres. En cinco días podrás conocer los volcanes y los Moais más famosos. Claro, después de eso se acaban la fama y los highlights sugeridos por la Lonely Planet. Pero la Isla no se deja de conocer. Voy más allá de lo increíble que es ir conociendo esta gente y esta cultura polinésica, que no mira a Chile, mira hacia Tahiti, hacia Atearoa, hacia la Polinesia. La Isla se esconde y se va mostrando a través de sus colores. La misma ruta nunca es la misma dos veces, los colores de la Isla siempre están cambiando. Siempre te están dando a conocer un nuevo lugar. Hasta el mar, con el azul y el turquesa más intensos que he visto, se encarga de darte algo nuevo cada vez.

Los Moais son increíbles, no me canso de admirarlos. Pero son sólo un ápice de todo lo que esta pequeña Isla volcánica tiene para regalar. De toda esa historia mezclada con fantasía que marcan la vida de los Rapa Nui. La pérdida de tanta historia respaldada con evidencia obligó a los incrédulos a ir aceptando la fantasía. Acá los historiadores no pueden derribar lo que tildan de mitos y leyendas. Acá la gente se encarga de hacerlas realidad.

Los precios. Los precios son altos, ridículamente altos. Un plan de internet de 512 megabites sale más de 200 mil pesos. Un kilo de sal $1600. Un huevo $200. Pero para que las cosas sean caras primero debes encontrarlas. A veces el barco no puede desembarcar, la encomienda del avión no salió y las vitrinas empiezan de a poco a mermar. Hace poco se había terminado el pan. No había pan. No había harina para hacer pan. Pero a la vez, si bien es todo más caro, no hay mucho en que gastar. Acá caminas a todas partes. Si es más lejos siempre va a haber alguien que te lleva. Acá hay pocos negocios. El consumismo se va perdiendo. Y más maravilloso aún, acá no hay publicidad. Tu mente de a poco se va sintiendo más descansada. Es una diferencia en tu forma de sentir y vivir difícil de explicar. Es una sensación de libertad. Me gusta. Me gusta mucho.

Vivo en la calle Tuki Haka Hevari. Pero esa referencia no le dice nada a nadie. Vivo en la casa que arrienda la Ruty Huke, y entonces todos saben donde vivo. Porque acá todos se conocen.

Como siempre, de a poco conociendo más de cerca a la gente. De a poco atreviéndome a subir otro cerro. De esos muchos que hay acá y de ésos cuya cima cada vez me está gustando más alcanzar. Lo que no se dio de a poco es el enamoramiento por Te Pito o Te Henua, por el ombligo del mundo. Ese fue fulminante. El amor por Rapa Nui fue inmediato. Otro rincón del mundo que me ha flechado.  Y bastante.


1 comentario:

  1. nata...es una descripción absolutamente exacta..no digo linda.. ya que todas estas historias que nos vas regalando siempre son lindas.. pero aquí llegaste directo al epicentro de la isla..
    debo decirte que reavivaste todas esas ganas de volver ahí que tengo cada cierto tiempo... reavivaste en mi cabeza un montón de esos paisajes que cambian día a día, segundo a segundo... reavivaste las pocas ganas de irme de ahí después de los 5 días de la lonely planet...en fin.. un montón de cosas...
    disfruta mucho mascotita.. y síguenos llenando de las historias del verde mas lindo del mundo
    un besote

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