Tengo una teoría. Una teoría de la que siempre me acuerdo cuando pierdo la esperanza en la humanidad.
Alguien dijo sobre Gandhi: “He offered the world a way out of madness, but he doesn’t see it, neither does the world”. Y creo que Gandhi no es el único ser humano que ha ofrecido al mundo una alternativa a esta locura desenfrenada en la que vivimos. Entonces, si el ser humano no se la puede, los extraterrestres entran en acción.
Cuando este planeta tan jodido no te deja espacio para tener esperanza en la humanidad, no puedo más que encontrar brillante mi teoría. Mi teoría es que nos van a invadir los extraterrestres. Pero esta invasión nada tiene que ver con las películas taquillas de Hollywood. Mi teoría es que para que llegue otra especie a nuestro planeta a invadirnos, ha de ser esta especie muy inteligente. Tan inteligentes son estos extraterrestres invasores, que para ellos es obvio que las guerras, el consumo indiscriminado, la apariencia y el abuso no llegan a nada y no te hacen feliz. Entonces, esta especie con inteligencia superior, nos invadirá mostrándonos el verdadero camino para la felicidad. Compartir, pedir las cosas por favor, decir gracias, all you need is love, amar a tu prójimo como a ti mismo, y otras de esas verdades que por fin serán reveladas a la humanidad.
(Asumo que estos extraterrestres son inteligentes, pues para atravesar la galaxia a invadir otro planeta o hay que ser muy inteligente o hay que tener la suerte que tuvo Colón. Si es la segunda, mi teoría se jode).
Y teniéndole fe a los extraterrestres que están por llegar, me duermo tranquila pensando que Gardel se equivoca y que este mundo fue una porquería, pero no siempre lo será.
(Ahora, hay momentos en los que me confundo y vuelvo a creer un poco en la humanidad. Como cuando me acuerdo de mis niños. De las risas de mis niños birmanos. Si ellos, con todo lo que a cada uno le tocó vivir, pueden reír. Cuando Nyiko en vez de jugar con sus amigos en Rulani, se da el tiempo de enseñarle los números a su amigo sordomudo. Cuando Ndzalama llega a pedirme perdón después de que lo echo de la sala de clases diciéndome “Teacher, I promise, I will be good now”, y efectivamente el monster cumple su promesa y empieza a portarse bien (¡!). Cuando Ítalo adquiere el hábito de ducharse casi todas las mañanas. Entonces, hay momentos en los que vuelvo a tener esperanza en la humanidad).
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