sábado, 23 de julio de 2011

Reporte 2 de África: De vuelta al colegio

Solía pensar en la suerte que tienen los profesores, porque a ellos les toca la misma cantidad de vacaciones que a los alumnos. Ahora que tuve las tres semanas de vacaciones por término de trimestre, creo que no son suficientes!


Fueron tres semanitas de vacaciones y estuvieron bien aprovechadas. Caminando por la villa, visitando a los amigos, durmiendo hasta tarde (tan rico que es dormir sin despertador!) y logrando que la Kensani Fernández me deje hasta tomarla en brazos sin llorar. Cuando llegué, Kensani, de solo tres añitos, lloraba sólo con verme. Le tenía  miedo a la “mulungu” (blanca), o a cualquier mulungu en realidad, pero después de tantas invasiones a la casa de los Fernández, ya se acostumbró. Ahora hasta me conversa en shangán. Claro que la Nkateko me tiene que traducir la mitad de la conversa, pero mi shangán ha avanzado lo suficiente para entender que me manda a buscarle agua, “Ndzi kumbela mati”, a buscarle una silla, o que le traiga medicina si es que se manda media tosi’a, la alharaca. Hasta me dice “penga wena!”, la patu’a (“loca, tú!”).

Como si fuera poco, además de todo este descansito, me tomé una semana y un día para ir a Johannesburg. Conocí a una familia chilena que vino a visitarnos a Malamulele, y  aunque no me guste darle la razón a algunos que me tratan de nacionalista exacerbada, tengo que decirlo: PUCHA QUE SOMOS BAKANES LOS CHILENOS!!

Los Subiabre Mardones se pasaron. Partiendo porque la primera noche nos estaban esperando con Pisco Sour, y terminando porque invitando a más chilenos, todos bakanes por supuesto, hicimos un asadito a la chilena, o sea, un asadito de verdad, acompañado de un buen Pinotage sudafricano. He quedado al descubierto, golosa y alcohólica. Pero contenta, Señor, contenta.

Lo mejor fue esa sensación de familia, de casita. Me encantó conocerlos más y compartir con ellos. Los SM nos regalaron días muy lindos, son una familia genial. Fuimos a museos, cuevas, a un parque donde pude jugar con cachorros de león blanco (WOW!), y aprovechando esto de estar en la ciudad, fuimos al cine a ver Harry Potter. Me la lloré toda, entre que me emocionaba la película y entre que me daba pena que a la saga de Harry le dieran un Petrificus Totalus definitivo.

Dije una semana y un día, porque el lunes 18 de Julio fue “Mandela’s day”. A nivel nacional se celebra el cumpleaños de Madiba. Por lo mismo hubo muchas actividades en su nombre, y yo me ilusioné pensando que podría presenciar un discurso de una de las personas que más admiro. Pero nada, Madiba sólo celebró con su familia en su casa y no me invitó. Estoy tan segura de que si nos conociéramos seríamos grandes amigos, Madiba y yo.

Como todo viaje, por pequeño que sea, no está completo sin la vuelta. El trabajo administrativo del colegio, redactar proyectos y demases, me esperaban con el mismo entusiasmo tan cachilupy de siempre. Fueron mis monstruos de séptimo los que me dieron la gran sorpresa. Como no estuve los primeros días de clases, el lunes por Mandela’s day y el martes por el viaje de vuelta con el chofer que nos tuvo escuchando sermones evangélicos a todo volumen (prefiero que me revienten los oídos con música shangana); parece que mis alumnos pensaron que yo no les haría más clases, y con ese susto me recibieron portándose como angelitos y recordándome una y otra vez lo mucho que quieren aprender matemáticas conmigo. Serán los más grandes del colegio, pero aún son niños, me gusta cuando esa inocencia les sale a flote. No sé cuánto les irá a durar, pero debo reconocer que me emocionaron los monstruitos,  al darme cuenta que dentro de todo me quieren.

La otra sorpresa que me encontré fue en Rulani. Un campamento de refugiados que lleva alrededor de veinte años en las afueras de Malamulele. Gente que escapó de la guerra civil en Mozambique en su tiempo y algunos refugiados zimbaweños. Empecé a visitar el campamento hace poco. A duras penas armé un grupo de mujeres que quieren aprender inglés, con la inconstancia y desaliento que tiene el empezar un grupo de cero. Por lo mismo tenía miedo de que dejando los talleres por una semana hubiese que empezar con los esfuerzos de cero otra vez. Pero como nunca, llegaron todas con sus materiales y con las pilas bien puestas. Por fin organizamos el grupo con una delegada, asistente, y dejamos lista la primera actividad que haremos fuera de las clases. Que no es más que limpiar la sala en la que hacemos los talleres, pero al menos eso implica que se tienen que organizar para ver quien trae qué, la hora, a quien le van a pedir ayuda, etcétera, etcétera. Pequeños esfuerzos que espero sirvan para ir creciendo.

Los que nunca pierden una gota de entusiasmo son mis mini futbolistas, esperando puntualmente a que me los lleve en la backy, la camioneta año milenio pasado que aperra en todas, para entrenar en el colegio. Cuando terminan y me los llevo de vuelta a Rulani, cantan a todo pulmón “Olé, olé, olé, oléeee…”, para que todo el campamento se entere de que han llegado ellos. Y para no dejar a las niñas de lado, por primera vez tuve entrenamiento con ellas.  Sí, yo las estoy entrenando, nada más y nada menos que en básquetbol. Recordando las pichangas de la tarde en el colegio o en el patio de la casa de mi compadre. Recordando con la paciencia con la que Manri, Rorro, Feño y Magofke trataron alguna vez de enseñarme básquetbol. Debo decir que no estaba tan oxidada, le apunté a todos los tiros (bueno, casi). Así que ahí estoy, esperando a que mis niñas revivan la gloria de la selección de básquetbol del IVºA La Salle Temuco ’99 (tremendos talentos que se perdió la NBA).

De vuelta al colegio. De vuelta al pasivo caos de Malamulele. De vuelta al cariño de las familias de Xithlelani. De vuelta al trabajo que se viene con Rulani. De vuelta adonde supongo es donde debo estar, porque como dicen Los Beatles: “There’s no where you can be, that isn´t where you are meant to be… it’s easy…”

domingo, 3 de julio de 2011

Mi teoría sobre los extraterrestres.

Tengo una teoría. Una teoría de la que siempre me acuerdo cuando pierdo la esperanza en la humanidad.
Alguien dijo sobre Gandhi: “He offered the world a way out of madness, but he doesn’t see it, neither does the world”. Y creo que Gandhi no es el único ser humano que ha ofrecido al mundo una alternativa a esta locura desenfrenada en la que vivimos. Entonces, si el ser humano no se la puede, los extraterrestres entran en acción.
Cuando este planeta tan jodido no te deja espacio para tener esperanza en la humanidad, no puedo más que encontrar brillante mi teoría. Mi teoría es que nos van a invadir los extraterrestres. Pero esta invasión nada tiene que ver con las películas taquillas de Hollywood. Mi teoría es que para que llegue otra especie a nuestro planeta a invadirnos, ha de ser esta especie muy inteligente. Tan inteligentes son estos extraterrestres invasores, que para ellos es obvio que las guerras, el consumo indiscriminado, la apariencia y el abuso no llegan a nada y no te hacen feliz. Entonces, esta especie con inteligencia superior, nos invadirá mostrándonos el verdadero camino para la felicidad. Compartir, pedir las cosas por favor, decir gracias, all you need is love, amar a tu prójimo como a ti mismo, y otras de esas verdades que por fin serán reveladas a la  humanidad.
(Asumo que estos extraterrestres son inteligentes, pues para atravesar la galaxia a invadir otro planeta o hay que ser muy inteligente o hay que tener la suerte que tuvo Colón. Si es la segunda, mi teoría se jode).
Y teniéndole fe a los extraterrestres que están por llegar, me duermo tranquila pensando que Gardel se equivoca y que este mundo fue una porquería, pero no siempre lo será.
(Ahora, hay momentos en los que me confundo y vuelvo a creer un poco en la humanidad. Como cuando me acuerdo de mis niños. De las risas de mis niños birmanos. Si ellos, con todo lo que a cada uno le tocó vivir, pueden reír. Cuando Nyiko en vez de jugar con sus amigos en Rulani, se da el tiempo de enseñarle los números a su amigo sordomudo. Cuando Ndzalama llega a pedirme perdón después de que lo echo de la sala de clases diciéndome “Teacher, I promise, I will be good now”, y efectivamente el monster cumple su promesa y empieza a portarse bien (¡!). Cuando Ítalo adquiere el hábito de ducharse casi todas las mañanas. Entonces, hay momentos en los que vuelvo a tener esperanza en la humanidad).