viernes, 19 de diciembre de 2014

Au revoir, Asia!

Esta mañana desperté en Aix en Provence y al muy estilo francés, desayuné café con pain au chocolat. No entender las conversaciones alrededor mío me estresa un poco, al revés de en Asia. No entenderen Asia lo que conversaban alrededor mío "me liberaba", me desprendía del contexto y sólo me quedaba espacio para mis ideas. No es que haya encontrado el camino a la paz mundial con tanta idea, pero disfruté esa libertad. Acá quiero aprender francés, así que hoy entré en una pseudo crisis de pánico en el supermarché. Superable. 

De mis últimos días en Asia, después de despedirme de Laura en Myanmar, volví a Kalaw, donde me quedé más de lo planificado. Quería ir a Kentung, a un bus nocturno de distancia. Pero están construyendo una represa justo en medio del camino y no quieren que los turistas vean aquello, por lo que sólo te permiten ir en avión. Ilusamente fui a la estación de policías a ver si podía conseguir un permiso especial. Pero me lo dejaron claro “este gobierno no quiere que los turistas recorran ese camino”. Punto.

No me quejo. En Kalaw me reencontré con Whispering Seeds, la ong en la que trabajé en Tailandia con niños y niñas refugiados birmanos. Las vueltas de la vida hicieron que la ong se trasladara a Myanmar, y así me reencontré con Jim y con mis peques, que ya no están tan peques. Han pasado cuatro años.



Me siento un poco tonta cada vez que trato de describir la emoción de cada reencuentro. Por una parte es un poco innecesaria, cualquiera que haya vivido un reencuentro lo entiende. Y por otra parte, aunque la línea cursi me sale fácil, no es mi favorita. Así que diré que me reencontré con mis peques, con Jim y con ese querer creer que las pequeñas cosas sí cambian el mundo. 

Una cosa es viajar por Myanmar, por esa burbuja restringida para turistas. Otra es conversar con alguien que vive en Myanmar y enterarse de la realidad fuera de la burbuja. Pero no voy a contar de aquello, mejor cuento de oportunidades. Al parecer, después de más de 20 años por fin habrá elecciones democráticas legítimas. Si es así, el 2015 Aung San Suu Kyi, premio Nobel de Paz y luchadora eterna de la libertad de Myanmar, podría ser elegida. Ya ha salida electa en más de una ocasión, con hasta el 82% de los votos. Pero la Junta se ha negado a ceder. Queda sólo creer que esta vez será diferente.

Volviendo a la alegría de los reencuentros, decidí volver a Tailandia para pasar la última semana en Asia buceando y playeando. Me reencontré con Sofie, una amiga alemana a la que conocí cuando vivía en Sangkhlaburi trabajando para Whispering Seeds. Nos pusimos de acuerdo y nos fuimos a Koh Chang. Una isla que no tiene las playas más paradisíacas de Tailandia, tomando la idea general de paradisíaca. Pero es una gran montaña selvática que termina en una franja de arena y en el mar. Y mi hamaca colgada entre las palmeras a dos metros del agua, es mi idea de paraíso.



Cerramos juntas mi ciclo por Asia en la caótica Bangkok. En el barrio de siempre. Y me fui sin pena. Volveré.




Llegué de vuelta a Madrid y los reencuentros siguieron. No sólo Nacho y María, el Rena de Quito muy instalado en el Reinado de España (no república) me estaba esperando en el aeropuerto para sorpresa mía. Y después de breves tres días por Madrid, he llegado por fin a Francia. Si Myanmar ha sido el sueño de toda mi vida, Francia le seguía de cerca. Aimee me esperaba en el aeropuerto. Vamos a compartir casa y me voy a quedar un tiempo forzándome a aprender francés. El edificio donde vivimos, con su patisserie boulangerie en el primer piso, está sacado de una película francesa. Ya veo que en cualquier minuto me bajan los aires de justiciera estilo Amelie.