Qué pasó con el príncipe azul de los cuentos de hadas? Qué pasó con el rey benevolente que amaba a sus vasallos y buscaba cómo defenderlos de pérfidas brujas y dragones lanzafuego? Será que en los cuentos aún no existían cuentas bancarias internacionales adonde desviar fondos? Será que aún no se firmaban cartas de derechos humanos y de derechos de los niños? Quién fue el rey? Quién fue el príncipe? Quién? Quién fue ése que inspiró tanta pavada y tanta patraña?
Érase una vez, un pequeño reino habitado por la tribu de los Swazis, llamémosle entonces, Swazi-landia. Comenzó una nueva época con el Rey Sobhuza II , tras su independencia. Un rey con un corazón muy grande. Tan grande era su corazón de condominio que llegó a tener 60 esposas y unas cuantas queridas.
A su muerte, su hijo, el príncipe Mswati III , asumió el trono. Pero su corazón no es tan grande como el de su padre.Mswati III sólo tiene hasta el momento 13 esposas, siendo la historia de amor con esposa número 13, de aquellas para contar. En un acto de protección hacia sus vasallos, se dictó una ley que prohibía tener relaciones sexuales con menores de edad, buscando así detener el contagio del SIDA y dejar de ser el país con el índice más alto de dicha enfermedad en el mundo. Pero sucedió que el Rey se enamoró de una niña de 17 años, y para no ir en contra de su ley, en vez de esperar que la niña creciera, abolió la ley y fue así que pudo casarse con esposa número 13. Eso es amor! Qué rosas y qué serenatas, puf! Abolir leyes! Eso es amor de verdad!
Hoy en día, el Rey tiene una fuerte preocupación por mejorar la imagen que el resto del mundo tiene del Reinado de Swazilandia. El resto del mundo, muy desconfiado en estos días, pareciera creer que el Rey no está siendo transparente con el manejo de los tesoros del reino. Situación que preocupa a aquellos que no conocen al reino de cerca. A aquellos extranjeros con empresas en el país, no pareciera preocuparles mucho. Sino, pregúntenle a las empresas azucareras extranjeras que operan en el país, empresas que se llevan alrededor del 85% de las ganancias fuera del país, ocupando las pocas tierras fértiles que los vasallos podrían usar para agricultura de subsistencia. Pero no se crean que esto es tiranía, no, no, no. Los pobrecitos vasallos esos, con suerte colectan agua para cocinar, sería una pérdida de recursos darles tierras que no podrían cultivar. Y sepan que son ellos los que no quieren tener agua. Ellos no quieren vivir cerca de ríos y lagunas. Que no les gusta que se los coman los cocodrilos. Pues allá ellos. Cada quien que asuma las consecuencias de sus decisiones. Una lástima que los príncipes peleen contra dragones y no cocodrilos, sino, el problema estaría resuelto.
Mientras el Rey dedica sus energías a una mejor imagen país, existe un pequeño lugar, sobre una hermosa y verde colina (verde dos meses al año, en época de lluvias), llamado “Saint Joseph Mission”. Un lugar en el que se da educación y amparo a niños y niñas con deficiencias físicas y mentales. Para la nobleza existe un centro muy bien equipado, claro, pero para los plebeyos, “que los lleven a Saint Joseph” dijo el príncipe en la radio. Sin que eso implique, claramente, que el reinado destinará algunas moneditas de oro para la educación de estos niños. Después de todo, una vez el príncipe mandó una camioneta al centro con cuatro, cuatro! Cuatro sillas de ruedas! Plebeyos desagradecidos. Y por supuesto, no esperen que alguien de la realeza vaya a visitar el centro, todo el mundo sabe que los niños con discapacidad traen maldiciones para los que están cerca. Si en la misión se niegan a llevarlos a los brujos locales para que les quiten la maldición (no daré detalles de como les quitan las maldiciones), pues repito, que cada quien asuma las consecuencias de sus decisiones.
Quien sea que escribió los cuentos de hadas, sencillamente no entendía cuáles son las verdaderas dificultades a las que los reyes se enfrentan. Quién sea que escribió estos cuentos tenía una visión absolutamente fragmentada de la realidad, confundiendo nobleza por preocupación ante las necesidades del pueblo. Confundiendo princesas y confundiendo las luchas que un verdadero soberano debe asumir.
Una cosa, eso sí, tenían clara los escritores de cuentos de hadas. Los príncipes y reyes no se ensucian con barro.